.............................................................................................Marqués de Sade

sta insensibilidad es espantosa, dijo Mme. de Blamont.–Sí, en un alma común, respondió Léonore, pero no en las que tienen un cierto temple. Hay almas que solamente parecen duras a fuerza de ser susceptibles a la emoción, y estas llegan en ocasiones bien lejos. Lo que en ellas se califica de despreocupación o crueldad es solamente una forma de sentir más intensamente que los demás que sólo ellas conocen. Hay sensaciones que no están al alcance de todo el mundo. Ahora bien, los refinamientos sólo proceden de la delicadeza. Por tanto, es posible tener mucha a pesar de ser sensible a cosas que parecen excluirla. ¿Qué digo? Este tipo de cosas puede llegar a ser lo que más irrite en almas que han llegado a este último exceso de finura. De forma que habría aún un desorden pronunciado, una sorprendente contrariedad entre las sensaciones del alma simplemente organizada y las que quiero describir. De este desorden resultaría quizás que lo que a una afectaría intensamente en un sentido, afectaría a la otra en sentido opuesto. Esta acusada diferencia en la organización es la excusa de los sistemas al igual que lo es de las costumbres, la causa de los vicios y el motivo de las virtudes. Una vez admitido esto, es tan fácil que yo sea completamente insensible a lo que os conmueve, como que resulte extraordinariamente excitada por lo que os hiere. No por ello dejamos de ser sensibles una y otra, las cosas violentas trastornan por igual nuestras almas. Pero lo que llega a la mía no es, de la misma clase que lo que conviene a la vuestra. ¿Además, cuántas veces no recibimos nuestras impresiones solamente gracias al hábito creado por los prejuicios? ¿Cómo entonces las sensaciones de un alma acostumbrada a vencer los prejuicios y a liberarse de las cadenas del hábito, serán semejantes a las de un alma entregada al imperio de estas causas? En ese caso bastaría con tener filosofía como para recibir impresiones muy singulares y, por consiguiente para extender asombrosamente la esfera del propio placer. Es increíble lo que quizás se encuentre después de haber roto definitivamente esos frenos vulgares. Mientras sometamos la naturaleza a nuestras pequeñas miras, mientras la encadenamos a nuestros viles prejuicios, confundiéndolos siempre con su voz, jamás aprenderemos a conocerla. ¿Quién sabe si no es preciso superarla en mucho para oír lo que quiere decirnos? ¿Comprenderíais los sonidos del ser que os habla si vuestras manos oprimen su garganta? Estudiemos la naturaleza, sigámosla hasta sus límites más remotos,esforcémonos para hacerlos retroceder, pero no se los pongamos nunca. Que nada la oculte a nuestras miradas, que nada estorbe sus impresiones. Sean como fueren debemos respetarlas a todas. No somos nosotros quienes hemos de analizarlas. Solamente estamos hechos para seguirlas. En ocasiones hemos de saber tratarla como una presumida a esta naturaleza ininteligible, hemos de atrevernos finalmente a ultrajarla para conocer mejor el arte de gozar de ella.

...............................................................................................................................(Maqués de Sade, de "Historia de Aline y Vacour").

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