.........................................................................................José Luis Sampedro
i identificación era total, era querer ser como ella, vivir su mismo destino. ¡Ah! Recuerdo muy bien la noche en que lo descubrí de repente y me dije, primero en mi pensamiento, luego en alta voz, acostado en la cama de la pensión de estudiante donde vivía: "Quiero ser odalisca." "Quiero ser esclava"... Mi cuerpo ardía estremecido y, tendido boca arriba, crucé las muñecas bajo mi espalda como si me hubiesen maniatado. Me sentía desnuda y ofrecida, sí, en femenino, bajo las miradas de compradores barbudos; me sabía a punto de ser escudriñada, palpada, examinados mis dientes, vuelta boca abajo para apreciar mi culo... Viví un trance tan violento interiormente como el de un místico alzándose a lo divino; después de todo son los mismos mecanismos psicológicos. Mi viva fantasía duró un gran rato y me dormí exhausta... Desde ese momento me obsesionó la idea, pero su consecuencia no fue el proyecto de operarme como transexual, pues nadie pensaba entonces en esa posibilidad. Ni siquiera incurrí en travestismo: mi ansia no se conformaba con simulacros. Era algo más auténtico y profundo: quería ser poseída siendo quien yo era, dar placer con mi propio ser, vivir la experiencia real de ser gozada carnalmente y, desde esa transgresión, arrojar mi desprecio sobre quienes careciesen del valor para atreverse, aun necesitándolo interiormente como yo: ostentando mi orgullo en el abismo frente al otro orgullo de los escaladores de premios y medallas... En el exterior yo era arabista, funcionario y consejero según las normas; por dentro vivía en la espera de mi Señor. Me preparaba para entregarme a él, para consagrar mi cuerpo a su capricho, su goce, su lujuria, incluso su sadismo si lo deseaba, como Luisa... Por fortuna mi profesión oficial me situaba en un ambiente donde ese Gran Señor, mi Príncipe Negro, podía manifestarse algún día y donde, mientras tanto, lograba yo a veces atisbar mi futuro, como Moisés la Tierra Prometida.
..........................................................................................................................(J. L. Sampedro, fragmento de "El amante lesbiano ").
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